El Pintor José Manuel Schmill, uno de los artistas más controversiales y trascendentes del siglo XX, un revolucionario del arte y un vanguardista para su tiempo, nace el 21 de abril de 1934 en la Ciudad de México, en un parto particularmente complicado.

Su madre Carmen Ordoñez Morali , después de 24 horas de ardua labor logra traerlo al mundo con 3.700 kg de peso..

Su padre José Vidal Schmill Sida , ingeniero mecánico electricista y físico matemático nuclear, los traslada a casa de su madre Amanda Sida, para pasar la convalecencia y encargarse del cuidado del niño Schmill dada la delicadeza del parto, quien desde esa temprana edad creció en el seno de su abuela los primeros dos años de su vida; siendo ésta una mujer de carácter fuerte y dominante, sin embargo se volcó al cuidado e interés por su nieto Schmill, causando esto un problema familiar posterior ya que ella deseaba quedarse permanentemente a cargo del niño, lo que no fue permitido por su madre Carmen Ordoñez y se mudaron a la calle Antonio Maceo en la Colonia Escandón de la Ciudad de México. 

José Manuel Schmill fue el primogénito de 4 hermanos que compartieron su infancia y adolescencia: Ulises Sergio, Amanda María y Carmen Josefina.

Schmill aborreció siempre la escuela, lo condujeron a la edad de 5 años a su primer kínder, a tirones y en medio de un tremendo berrinche para no asistir, historia que se repitió cada día. El Instituto México fue sede de su escuela primaria en la que reprobó 3 años, por lo que en un momento dado su hermano Ulises lo alcanzó y estuvieron los dos en el mismo grado.

Como no le gustaba la escuela se sentaba lo mas atrás que podía en los salones de clases, para no poner atención y observar las luces y tonalidades que entraban por la ventana y así imaginar lo que pasaba afuera, sentía una enorme atracción por las formas, luces, rayos de sol y colores que por ahí podía admirar, y comenzó a dibujarlos; la única manera que tenía de relajamiento donde quiera que lo llevaran de niño era pedir un papel y un lápiz para dibujar. También tenía una gran afición e interés por los animales e insectos, buscarlos por horas en las jardineras de su casa, una privada donde se mudaron en Avenida Revolución de la Colonia Escandón, y donde pasaba gran parte de su vida visitando la casa de su abuela paterna Amanda Sida a quien llamaban “Tita”, mujer de armas tomar, estricta y severa, pero que mostraba total favoritismo y cierta debilidad ante los caprichos y gustos de su nieto José Manuel. 

Ahí había gallos, gallinas y perros que el pequeño José Manuel amaba, pasando largas horas cuidándolos, observándolos muy detenidamente. Mas tarde sus tendencias a dibujar esas formas de animales e insectos se apreciarían en sus obras. Tanto era su amor por los animales que incluso acostumbraba, ya entrada la noche, meterse a dormir dentro de la casa de los perros durante horas, hasta que su padre lo buscaba e iba a sacarlo de ahí a la fuerza.

Ya desde pequeño Schmill era un gran apasionado del cine, mas que otra cosa amaba las funciones matutinas de películas de terror que se proyectaban en las llamadas “Matineés” donde se exhibían 3 películas por 1 peso; el joven Schmill se iba a los Cines “Ermita” y “Revolución” a ver todos los días las películas de terror que se convirtieron en sus grandes favoritas: quedaba extasiado a la edad de 12 años con Drácula, Frankenstein, El Hombre Lobo,  Jack el Destripador y todo aquello que fuera Cine de Terror. Se encontraba agazapado solo en la sala de cine, de donde su padre a altas horas de la noche, iba a buscarlo para llevarlo de regreso a casa a regañadientes.  

Debido a la rebeldía escolar de José Manuel Schmill a nivel académico, reglas escolares, mala conducta y desobediencia hacia los profesores, como medida disciplinaria, su padre lo envía a cursar la escuela secundaria a manera de represalia, a la Escuela Militar Latino Americana donde Schmill tampoco acata los reglamentos ni exigencias de disciplina, su hermano Ulises lo acompaña en el mismo destino a pesar de ser un alumno ejemplar, (todo lo contario de José Manuel) por su decisión de no separarse de su hermano mayor. 

Una vez más Schmill se rebela, tiene mal comportamiento y solo pasa el tiempo dibujando, en hojas, pupitres y donde le fuera posible, molestando a sus compañeros salvo a algunos buenos amigos que compartían sus rebeldías. Escapó de la escuela saltando las altísimas bardas que la rodeaban, invitando a su hermano a hacerlo también y llevándolo con él de regreso, llegando a su casa a pedir que lo sacaran de ahí, hasta que se impuso ante su padre y le dijo “VOY A PINTAR, es lo único que quiero y me interesa. Pintar, leer lo mas que pueda, escuchar música clásica, no me importa si lo quieren o no, voy a pintar y es mi decisión, seré pintor y punto. Si he de tomar clases de algo, será de pintura y de nada mas.”

Su padre acepta apoyar su verdadera vocación, pero llega al acuerdo de que continúe estudiando hasta terminar la preparatoria a cambio de pagarle las clases de pintura que Schmill tanto desea, y tras salir del colegio militar comienza a tomar clases.

Primero con José Antonio Grana, quien venía a casa a impartirle clases de dibujo y anatomía de gran precisión, y que al joven Schmill le tomó muy poco tiempo el dominar las técnicas clásicas que Grana le enseñó, para entonces enterarse de que el gran pintor español José Bardasano Baos tenía un taller de alumnos a quienes les enseñaba pintura de técnica clásica, a lo que Schmill no dudo en ir en su búsqueda. La técnica clásica europea que adquirió en este momento con su Maestro Bardasano sería la que marcaría por siempre el resto de su legado artístico.

En su afán por conocer de primera mano la anatomía humana empieza a ir a la morgue, donde le permitían observar autopsias, tomar fotografías y poco a poco ir conociendo a fondo las partes del cuerpo en diferentes estados, llevando exitosamente este conocimiento a sus lienzos, logrando obras de elementos altamente realistas e impactantes composiciones siempre basadas en la verdad.

En su mente solo estaba el arte, la pintura, la música clásica que desde niño escuchaba en casa de su tío Manuel Schmill Sida a quien visitaba muy a menudo, hermano de su padre, quien tuvo una gran influencia al inculcarle el amor a la música clásica y con quien pasaba dulces horas escuchando a sus músicos favoritos, Tchaikovsky, Shostakóvich, Stravinsky y Beethoven entre muchos otros que nunca dejó de escuchar. 

Gran parte de su melomanía se debió a la presencia y cercanía de su tío a quien cariñosamente llamaban “El Güero”, un hombre extremadamente culto con un profundo respeto por los animales, tenía dos grandes perros pastor alemán que amaba, hombre de convicciones, pieza clave en la construcción y fundación de la sinagoga en la calle de Monterrey en la colonia Roma de la Ciudad de México, a la que asistía dada la religión y origen judío alemán de la familia Schmill. 

José Manuel Schmill ingresa a la preparatoria del colegio Vasco de Quiroga, y por 1952 a los 18 años despierta a la sexualidad y se enamora de su maestra de literatura Leticia Herrera quien tenía 30 años, y se involucra con el alumno Schmill y queda embarazada, Schmill se ve comprometido a contraer nupcias a los 19 años, resultando el nacimiento de Leticia su primera hija. Por ello se ve orillado a asumir el compromiso familiar y se dedica a pintar mas de lleno y a la venta de sus cuadros, lo cual le resulta muy duro y complicado por su corta edad, sin embargo, su gran talento ayuda y conoce a personas del medio cultural de México que comienzan a notar lo genial de sus obras.  Del matrimonio nace su segundo hijo Vidal, 6 años después, pero Schmill se divorcia al poco tiempo.  

Para 1956 logra su primera exposición individual y para 1960 ya envuelto completamente en el mundo artístico de la época, frecuenta a un círculo de artistas e intelectuales con quienes comparte sus días y jornadas en exposiciones, conciertos, tardes de charla y pláticas culturales, algunos de sus nuevos amigos, Salvador Novo, Rufino Tamayo,  José Luis Cuevas, Jorge Saldaña,  Jacobo Zabludovsky, Pita Amor, Luis Filcer, Anguiano, Gutierre Tibón,  Juan José Arreola, Alfonso de Neuvillate y Leonora Carrington entre otros, son quienes complementan su camino creativo, con quienes analiza y disfruta las esencias del arte y la poesía de la vida.

Para el afortunado año de 1961 se realizan las primeras exposiciones internacionales organizadas por la sección de artes plásticas de la OEA (Organización de los Estados Americanos), en Washington D.C., donde expone su obra al lado de los grandes pintores de México, tales como Tamayo, Toledo, Leonora Carrington, Remedios Varo, Juan Soriano, Siqueiros, Orozco y Coronel.

En 1962 conoce a la que sería el amor de su vida y su segunda esposa, hoy viuda, Sonia Breton Bringas, una atractiva y dulce pelirroja, joven sensible al arte y al diseño e hija de una reconocida diseñadora de alta costura de los almacenes El Palacio de Hierro, Carolina Bringas Kennedy, al asistir a una exposición de un amigo en común el pintor Luis Filcer, pintor expresionista de origen también judío ucraniano, con quien mantenía una estrecha relación, invita a la joven a salir de inmediato al siguiente día y se enamoran al poco tiempo, contraen nupcias en 1963 y en diciembre de 1964 nace su hija Sonia, quien guardaría una estrecha y profunda relación con Schmill y se convertiría en su manager, representante y responsable de su legado artístico a partir del año 2007 hasta nuestros días. 

En 1963 asiste a la Bienal de París en el Museo de Arte Moderno de Paris,  y en 1964 Schmill obtiene la prestigiosa beca Guggenheim en la Ciudad de Nueva York, lo que le permite a partir de ese momento tener mayor notoriedad e importancia artística a nivel internacional, su trayectoria continúa y expone en diversas galerías de México y del extranjero. Logra mucha proyección especialmente en Nueva York y realiza una exitosa exposición individual de grabados en la Asociación Americana de Artistas (AAA) y una exposición individual en la Wehye Gallery. 

Entre 1957 y 1969 se desarrolla la publicación del libro “La Obra Pictórica de Schmill” de Editorial Porrúa con prólogo del poeta Uwe Frisch y “Dibujos de Schmill” en Editorial Ecuador. Y varias de sus ilustraciones aparecen en libros tanto interiormente como en las portadas como es el caso de: ilustración del libro Facial Deffects por Dr. Mario González-Ulloa; ilustración y portada del libro El Retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde; ilustración y portada del libro Crimen y Castigo de Fiodor Dostoievski; ilustración del libro Equis City de Fernando Rodríguez e ilustración de galería número 1 de Malhechores por Ellery Queen. 

Igualmente un número importante de revistas Nacionales le dedican entrevistas y exhiben sus obras , las revistas Hoy e Impacto son las más interesadas de la época en enviar a sus reporteros a entrevistar al controversial Schmill. 

Tanto el lápiz, como el carbón, la sanguina, la acuarela, el pastel, el acrílico y el óleo principalmente, son las técnicas en las que su sentir se expresa. En abril de 1970 su exposición en la Galería Coyoacán resulta sumamente contrastante al presentar bellísimos rostros y también monstruosos retratos de criaturas lamentables.

La paternidad sería algo que disfrutaría especialmente con su hija Sonia, con quien el tiempo de convivencia era realmente un oasis de diversión siempre dentro de los ambientes culturales, especialmente los fines de semana ya que los sábados iban a desayunar o a comer a los restaurantes que Schmill frecuentaba El  Alemán,  al Danubio, a los pequeños cafés de pasteles y tes de la Zona Rosa como el Duca D, este último donde no se podían perder el pastel de trufa de chocolate, su favorito ; caminaban por las calles del Centro, Insurgentes  y de la Zona Rosa recorriendo galerías de arte, tiendas de antigüedades, curiosidades y sobre todo visitaban las tiendas de música para adquirir acetatos, casetes y cd ’s, dada la gran afición y amor por la música y los grandes compositores y directores de orquesta de música clásica que Schmill amaba tanto, especialmente los rusos de los cuales inculcó a Sonia su hija el amor por el ballet clásico. Igualmente iban a las tiendas de aparatos de música de alta fidelidad a buscar los mejores equipos ya que a la hora de pintar a Schmill le gustaba mucho escuchar a los grandes maestros de la música  a todo volumen y con excelente definición.

Otras veces había reuniones frecuentes con su hermano Ulises y personalidades de la política y la cultura del momento y se reunían en sus casas para disfrutar de largas sesiones de música, y también amaba salir a los pueblitos a pintar paisajes, a disfrutar la paz del campo, el aire puro y la sabiduría murmurada en los labios de los cielos en silencio.

A Sonia la llevaba a clases de ballet y la alentaba a construir con dedicación una personalidad creativa, resuelta, artística, práctica y fuerte. Igualmente la llevaba a ver películas de terror, cine de arte, exposiciones y ferias donde el horror tuviera un fuerte protagonismo, y desde niña le mostró que el arte al no ser moral no es bueno ni malo, solo es una manera de expresión, que es tan ilimitada como la creatividad del artista lo permita y que sin importar el tema siempre ha de realizarse con una técnica impecable. 

Schmill siempre disfruto de la compañía de sus hijos, inculcándoles sobre todo cultura, apreciación por el arte, el cine, la literatura, y todo lo relacionado con esos temas. Como la escuela nunca fue de su predilección, Schmill nunca fue un padre exigente en ese aspecto, sin embargo los alentó siempre a la lectura, el conocimiento del mundo, la historia, apreciar a los grandes genios, la naturaleza, frecuentar galerías de arte, y todo lo que para él fue de gran aprendizaje. Era un padre alegre y divertido, hasta cierto punto irresponsable en no exigirles tanto pues el nunca soporto que le dieran ordenes, era consentidor, de momentos de grandes carcajadas también era arrogante ante el mundo, lejano  a acatar como siempre reglas sociales impuestas por la sociedad a la cual consideraba ignorante y ridícula , hipócrita, perversa y aprovechada , e intento cerciorarse de que sus hijos igualmente supieran distinguir esto.

Para 1972 el prodigio de una Exposición individual en el MOMA de Nueva York, le permite seguir avanzando y evolucionando con firmeza, para ir dejando su huella en las almas del mundo.

Si acaso disfrutaba de vez en cuando de un buen vino tinto, un vermut, una cerveza o un whisky en las rocas, ya sea en reuniones o celebraciones especiales, como jamás gustó de vicios como el alcohol u otras substancias o drogas ya que la belleza, la salud y la cordura eran prioridades en su vida. A partir de 1973 se dedicó al refinamiento de la técnica, a la introspección, a perfeccionar su estilo, a profundizar en el arte único que solamente emerge de los tiempos en los que se dialoga con la otredad a través de las revelaciones florecidas en la soledad.

Es en estos años que va definiendo su conceptualización de la vida, la humanidad, la activación de la paz espiritual en la que se define en sus propios escritos como un hombre  que pinta monstruos no porque haya sufrido algún trauma o sufra de manera sobrehumana, más bien en su obra plasma emociones y estados del ser y de la realidad que sumergen al espectador en reflexiones profundas y tal vez oscuras, pero siempre humanas y principalmente filosóficas como la decadencia, la muerte, el abandono, la vergüenza, la ridiculez, la putrefacción del espíritu representado en la carne putrefacta, la crueldad, la inhumanidad, la indiferencia. 

Es en estos días en los que también descubre los otros rostros del amor, el dolor, las relaciones, las separaciones, el respeto al albedrío y sobre todo los efectos aparentemente imperceptibles de algunas vivencias traumáticas del pasado, entre las que destaca por ejemplo el suicidio de su maestro José Antonio Grana.

Dedicado a realizar retratos de importantes figuras de la política, la cultura, el arte y la alta sociedad mexicana, es gracias a la obsesiva observación de los rasgos faciales y de carácter, que logra dominar un estilo único en el que perfecciona el trazo, al grado de alcanzar la expresión del alma del personaje a través de la pintura. Uno de los ejemplos más entrañables es el retrato del Cristo con la corona de espinas, lágrimas y brillantes hilos de sangre escurriendo al infinito, la mirada es la del dolor humano en eterno alarido silencioso.

Para 1976 Schmill se consolida mundialmente como artista mexicano e internacional con el éxito de su exposición individual en las salas 4 y 5 del Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México. Es entrevistado en TV y ante el renombrado periodista Jacobo Zabludovsky se muestra irreverente, honesto, y poco diplomático exponiendo severas opiniones sobre el comportamiento del arte en el México del momento, que a su consideración estaba lleno de corrupción y falta de refinamiento, diciendo que es folclórico, no clásico, que la técnica no existía, etc. Tal arrogancia en esa y otras entrevistas en programas importantes provoca que cada vez lo inviten menos hasta que ya no figura en la vida pública.

Consciente y agradecido de lo que significa ser artista en este momento de la historia de un país como México, es en una entrevista periodística del Excélsior en 1977 que declara que la pintura lo ha salvado de caer en la delincuencia o en la mendicidad. Que su pintura no contiene horror, sino elementos que ridiculizan al ser humano y que en su pintura ha tratado de representar una estética, una actitud, y aún cuando degenere el tema, siempre respeta la técnica. Afirma que muestra la belleza de la monstruosidad, la fealdad suave y pulida, la fealdad luminosa, la fealdad placentera. Pues al canalizar su agresión en la pintura logra liberarse del lodazal.

Para la primavera de 1978 en una entrevista con el Sol de México anuncia que regresará a Nueva York a exponer ya que en México no se ha abierto el camino como esperaba y expresa que él pertenece a la corriente neohumanista que ha vuelto a un realismo grotesco, fantasioso, pero respetando la técnica, ya que sus monstruos están inspirados en la realidad, son como si una pesadilla se hiciera realidad.

Es en 1981 a los 47 años, a la edad del Lobo Estepario de Herman Hesse, que se declara en entrevista periodística ante Gabriel Parra, estar recluido en una soledad absoluta, reconociendo que el monstruo es cualquiera que haya declinado de su humanidad y se convierte en algo más.

Desde entonces y hasta el 2006 invierte su tiempo en pintar, principalmente desnudos con modelo en su estudio o en el de artistas que lo invitaban, así como paisajes en la naturaleza, retratos de personalidades, siempre en vivo, y naturalmente sus amados monstruos, compañías constantes en evolución a la par de sí mismo y de su propio camino, inspiraciones concebidas por quienes tienen acceso a la multidimensionalidad de la imaginación, a quienes han desarrollado una creatividad casi sobrehumana. 

Y también disfruta de asistir a reuniones de grupos de intelectuales, políticos, artistas y círculos de élite donde el arte, la gastronomía, la filosofía, la belleza, la irreverencia en ocasiones y la vanguardia, así como la cultura, lo clásico y contemporáneo eran los temas que se abordaban y que le resultaban de interés, así como el ocasional trato con las personas, asistiendo regularmente a bohemias veladas que resultaban enriquecedoras, donde se desarrollaban conversaciones alrededor de la verdad, el destino, la ética, la creatividad, el talento, etc. y que podían llevarlo a cualquier sitio, a la introspección, a la revelación, a algún coleccionista, al negocio, al coqueteo o a la inspiración de una nueva pieza.

Tal vez lo sabía o tal vez no, estaba preparándose para lo más espectacular de su vida, su obra maduraba, su carácter como pintor habitaba sus pinceles, en cada pieza se reflejaba la condición humana más allá de la piel y de la razón misma, en este momento y en el planeta ningún otro maestro había creado algo tan poderoso en su género, tan desgarrador como conmovedor, una obra catártica e indeleble para el alma del espectador de cualquier tiempo y espacio. 

Se estaba convirtiendo en un artista mexicano internacional comunicando a través de su discurso visual un mundo apocalíptico, una realidad ya condenada, una humanidad en agonía, el espejo del ser sin esperanza, pues al estar atravesando el fin de siglo y el fin del milenio, las creencias populares de devastación, incertidumbre y temor resultaban predominantes. Estaba retratando el inconsciente colectivo y el espíritu de destrucción previo a un luminoso tiempo de renacimiento.

Se nutría de lo místico y fantasmagórico, del horror y del cine de terror, gustos que también compartía e inculcaba a su hija Sonia. También disfrutaba mucho pensar, así como la lectura, los grandes clásicos, los cómics, el erotismo, la escritura de sus pensamientos, y escuchar buena música clásica, principalmente Beethoven a quien había dibujado en varias ocasiones porque realmente lo admiraba, por ello lo escuchaba infinitamente. También se deleitaba con los paisajes sonoros de Aram Khachaturian, Piotr Ilich Tchaikovsky, Dmitri Shostakóvich, con las estridencias y oscuridades de colores encendidos del rock, la psicodelia de los Doors, así como las poéticas acústicas de Barry White, Elvis Presley y Donna Summer, sonidos sublimes, poesía líquida mezclándose en los trazos sobre el lienzo, música maravillosa y encuentros con el espíritu creativo estuvieron presentes siempre en su vida y sobretodo en los intensos momentos de creación, inspiración y expresión agonizante en los que pintaba todo el día, encerrado por días y días. 

En 2007 su carrera despegaría espectacularmente gracias a Sonia Schmill, su hija, y ya en este momento su representante y manager, cuya admiración y talento y valor la llevaron a triunfar en territorios internacionales, pues tras presentar la obra en reconocidas galerías mexicanas y hasta en Bellas Artes y descubrir la falta de visión, viaja a los Estados Unidos  para consolidar la publicación de una entrevista magistral acompañada de varias obras, en Fangoria Magazine de New York. Publicación altamente reconocida internacionalmente por su interés en la difusión de artistas de calidad inspirados en temas delirantes, originales e impactantes. 

Gracias a ello, en una afortunada conexión Sonia Schmill logra que Leslie Barany, que también representa a H.R. Giger y a Marilyn Manson, también represente al Maestro José Manuel Schmill, exponiendo sus obras en Last Right Gallery, N.Y, Fuse Gallery, N.Y. y en The Damned Show en Detroit. Y más adelante lo posiciona en México y en Leipzig, Alemania.

Para 2009 en México participa con obra plástica en la Exposición de Proculta a cargo de Ernestina Sodi.

Entre 1980 y 2018 realizó exposiciones muy exitosas, entre las que destacan: 5 Year Anniversary Last Rites Gallery en Nueva York; Tangent Gallery también en Nueva York; Museo HR Giger en Suiza; Festival de Cine Fantástico y de Terror de San Sebastián, España; Atelier Art-Ig Solingen, Alemania; Copro Gallery en Santa Mónica, Estados Unidos.

Durante estos años y hasta el 2018 por recomendación de su hermano Ulises Schmill también estuvo realizando retratos de ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, óleos de extraordinaria fineza que pueden apreciarse en la sala de exhibición permanente.

Su partida en 2018, en México, a causa de un cáncer, sucede en paz en los brazos de su amada nieta Michelle.

En 2019, en Los Ángeles, se realizaron dos exposiciones de su obra como homenajes póstumos, una en The Sanctuary Fashion Show Art and Music en marzo y la otra en Copro Gallery en octubre.

Su admiración por la belleza, la pureza de la técnica en la ejecución del arte cuya excelencia se alcanza al entregar la vida en cada acto, lo hacen disfrutar y amar el arte que le provoca una fuerte conexión con la verdad, la vida, el universo, el ser mismo, encontrando entre sus preferencias artísticas maestros que resultaron poderosas inspiraciones, así como innegables influencias a lo largo de su camino, siendo los pintores favoritos de Schmill: John Singer, Sargent, Francis Bacon, Francisco de Goya, Amedeo Modigliani, Anders Zorn, Käthe Kollwitz, Van Gogh, Diego Velázquez, Joaquín Sorolla, Salvador Dalí, Augustus John, Chaim Soutine, Antoni Tapies, Alma-Tadema, James Ensor, George Wesley Bellows, Edvard Munch y Pablo Picasso.

Los escritores favoritos de Schmill fueron: Schopenhauer, Edgar Alan Poe, Oscar Wilde, Tolstoy, Shakespeare, Friedrich Nietzsche, Charles Baudelaire, Sigmund Freud, Albert Camus y Giles de Rais.